El hombre de al lado

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A favor por Marcos Altamirano y En contra por Gastón Molayoli

El hombre de al lado (Argentina/2009, color; en español). Dirección y fotografía: Mariano Cohn y Gastón Duprat. Con Rafael Spregelburd, Daniel Aráoz, Eugenia Alonso, Ines Budassi, Lorenza Acuña, Rubén Guzmán. Guión: Andrés Duprat. Música: Sergio Pángaro. Edición: Jerónimo Carranza. Presenta Primer Plano. 102 minutos.

A favor por Marcos Altamirano

En 2008 los directores Cohn y Duprat consiguieron, con El Artista,  armar una auténtica declaración sobre la superficialidad y decadencia cultural contemporánea y el  negocio del arte.  Con El hombre de al lado (Argentina/2009) se trasladan al diseño y la arquitectura de la Casa Curutchet, la única que el mítico Le Corbusier construyó en Latinoamérica, en 1948, en la ciudad de La Plata.

La dupla Cohn – Duprat realiza otra película polémica. Sencilla. La historia de  Leonardo (Rafael Spregelburg) y Víctor (Daniel Aráoz)  Uno es un arquitecto y diseñador prestigioso que acaba de ser premiado en Estocolmo, con su vivienda de Le Corbusier y su muy confortable estilo de vida burgués. Y el otro –Víctor- que pertenece a una clase más modesta, con modales rústicos y que necesita “unos rayitos de sol”.

Victor decide abrir una ventana, en la medianera, que le proporcionará ese poco de luz que tanto necesita; pero invadirá  la intimidad de la familia del arquitecto. Leonardo se propone  hacer entrar en razón a su vecino para que desista y  desata  un conflicto en donde las diferencias de clase, los miedos,  las miserias y la decadencia moral de sus personajes incrementarán hasta alcanzar una situación límite.

Cohn y Duprat consiguen una película ambigua, despiadada  y muy sugestiva que se sostiene muy bien desde las características más miserables de sus personajes y de su despliegue estético. El hombre de al lado fusiona humor irónico y sofisticado con escenas memorables de esnobismo,  perversión, mezquindad y cobardía humana.

La nueva película de esta notable dupla  se parece, en varios sentidos, a la anterior; pero aquí alcanzan su obra cinematográfica más sólida.

Reírse de lejos / en contra por Gastón Molayoli

En los últimos años, luego de mandarle al señor metrópolis mi lista de las diez mejores películas y la peor del año, suelo justificar cada una de mis elecciones con una especie de balance. Este año, a causa del especial descontento que siento por la película que elegí como la peor, le voy a dedicar gran parte de la nota. No es que las otras no merezcan un justo comentario, pero El hombre de al lado fue, por lejos, una de las películas más celebradas del año y me molesta no entender porqué.

La película de Mariano Cohn y Gastón Duprat (Yo presidente, y El artista) es dinámica y entretenida, pero su principal problema no está relacionado con esos aspectos. Los críticos están cansados de decir que el cine está integrado al mundo. A veces se fuerza esta idea hacia límites inconcebibles pero otras veces es imposible no pensar a una película desde una línea política. Y el principal problema de El hombre de al lado tiene que ver con eso; es una comedia que intenta posicionarse a cierta distancia de sus personajes pero no puede disimular su desprecio de clase.

La historia puede resumirse así: Leonardo (Rafael Spregelburd), un reconocido diseñador que vive junto a su mujer y a su hija en la única casa diseñada en Ámerica Latina por el también reconocido Le Corbusier, verá afectada su tranquilidad por la llegada de Victor (Daniel Áraoz), un nuevo vecino que quiere abrir una ventana en la medianera que los separa, para dejar entrar unos rayos de sol. Desde el principio la película plantea el conflicto a partir de un original recurso: la pantalla dividida en dos muestra de un lado una pared negra, y del otro una pared blanca. La pared blanca se rompe por la intrusión de una maza que viene del lado negro. El dualismo de la primera escena propone en apariencia una simple distinción, entre una realidad y la otra, pero detrás de eso se propone también una dinámica; lo negro amenaza a lo blanco, lo negro irrumpe en lo blanco, lo negro atenta contra la seguridad y la intimidad de lo blanco.

Durante toda la película se intentará disfrazar está dinámica con una supuesta imparcialidad pero las elecciones formales terminan pesando demasiado para Cohn y Duprat que observan todo desde la mirada de Leonardo. Desde la primera interacción, cuando Leonardo increpa a los albañiles e intenta hablar con Víctor para que se detenga, la cámara asume su punto de vista. Jamás vemos la casa de Leonardo desde la ventana de Víctor y en esa elección se esconde la postura de la dupla.

Durante gran parte del film, Leonardo intentará persuadir a Víctor para que se detenga y se encontrará lidiando involuntariamente con una persona que le despertará un profundo desprecio.

Esa ventana significará para el diseñador la alteración de su privacidad y dejará al descubierto la fragilidad de su estilo de vida. Cohn y Duprat filtrarán a través de ese hueco en la pared las perversiones de Victor y de Leonardo en varias escenas pero sobre todo en la que Leonardo y su mujer, con la que no coge desde hace un tiempo, espían a Victor mientras mantiene una cita con una joven mujer.

Víctor es retratado como un ser despreciable, motor de gran parte de las escenas humorísticas, en las que sus prácticas cotidianas, su modo de hablar, y hasta sus elecciones estéticas son ridiculizadas de un modo extremo. En cambio, las escenas en las que los directores intentan desmarcarse de Leonardo y asumir distancia, son forzadas y no logran articularse del todo en el resto del relato.

Para algunos, adelantar el final es algo así como un pecado pero la muestra más clara de lo que estoy diciendo se encuentra en ese desenlace apresurado y redentorio en el que, por primera vez, se juzga seriamente la figura de Leonardo.

Las comedias rara vez son inocentes o imparciales. Cohn y Duprat saben, aunque intenten negarlo, desde qué lugar miran el mundo.

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