Entre gatos universalmente pardos, la entrevista.

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La novela argentina más ambiciosa de la década de 1990 y un retrato multidimensional de su autor son los materiales que están en la base del documental Entre gatos universalmente pardos, dirigido por Ariel Borenstein y Damián Finvarb. El título de la película está tomado del inicio de El traductor, la monumental novela de Salvador Benesdra que refleja el colapso del socialismo y el clima de desarticulación social que instala el liberalismo económico en Argentina. Autor de una obra literalmente singular (escribió una única novela), Benesdra fue un personaje único en el paisaje cultural argentino: políglota, psicólogo, experto en política internacional, periodista, militante de izquierda y promesa literaria cumplida en un solo y fulminante acto previo a su prematura muerte. Parte de las claves de la película se revelan en la entrevista que le hizo Pablo Dema para El Corredor Mediterráneo a su director.

 

 

 

E.C.M

Tenemos la impresión de que Salvador Benesdra es la clase de personas de las cuales se puede contar la historia de su “descubrimiento”. ¿Cómo fue en tu caso el encuentro con Salvador?

 

A.B

El encuentro fue intenso porque me tocó compartir cosas cuando ambos fuimos despedidos junto a más de 60 compañeros de Página/12 en 1995. En ese conflicto que duró varios meses pude tener la cercanía que jamás había conseguido en los tres años anteriores en los que estuve en el diario. A veces me deslumbraban sus intervenciones en las asambleas, a veces me fastidiaba cuando insistía en planteos que no cuajaban. Me divertían mucho algunas charlas que tenía con un humorista también despedido, con el que compartía desilusiones ideológicas. Me llamaba la atención que a veces para referirse a compañeros de trabajo, en particular a su jefe, lo hacía con categorías políticas. Me tocó compartir que nos echaran de un bar porque su pasión a la hora de discutir violaba los códigos del derecho de admisión.

E.C.M

– ¿Podés contar algo sobre la decisión de hacer el documental y sobre desarrollo del proyecto? Producción, financiamiento, realización, etc.

 

A.B:

Con Damián Finvarb hacemos cine político, desde los trabajadores. Damián hizo con Patricio Escobar “La Crisis Causó dos Nuevas Muertes” y conmigo “En Obra” sobre Carlos Fuentealba y “Viaje al Centro de la Producción” sobre la industria automotriz en Argentina. Cuando se reeditó “El Traductor” le pasé la novela a Damián. Lo primero que nos hizo pensar en trabajar alrededor del libro fue que nos permitía abordar los ’90 desde un ángulo distinto. Más profundo, no sólo como una nueva década infame sino sobre lo que significaba “el fin de las ideologías”. Abordado con una obra de un personaje que por un lado se siente derrotado por el clima de época pero aún a tientas da pelea. Esa fue la punta de la que empezamos a tirar. En algún momento dudamos si no nos quedaba grande el proyecto, de querer abarcar muchas cosas y terminar siendo superficiales. Pero nos largamos, presentamos el proyecto en los concursos del Incaa, conseguimos financiamiento y le dimos para adelante.

 

E.C.M

Hasta no hace muchos años (Foucault y Barthes mediante) la idea de que un autor de un texto literario había dejado de ser importante en el proceso de lectura se volvió un lugar común. Sin embargo, uno como lector se apoya bastante en el imaginario que se va armando sobre el escritor que lee y se pregunta: ¿quién es el que escribió esto, cómo se le ocurrió tal o cual idea? Es inevitable buscar apoyo en la biografía, en las experiencias del escritor. Si estás de acuerdo con esto ¿Te parece que en el caso de Salvador esta necesidad de conocer algo sobre la vida del autor se potencia, teniendo en cuenta lo ambiciosa que es su única novela y la profundidad y complejidad del personaje de Ricardo Zevi?

A.B

Efectivamente no acuerdo con las teorías de “la muerte del autor”, las del fin de la novela, ambas a mi juicio anudadas alrededor de la del fin de las ideologías. En mi caso, como decía antes, primero conocí a Salvador y después leí la novela. Con lo cual hubiese sido muy antinatural no incorporar el ángulo biográfico. Por supuesto eso no quiere decir mezclar las cosas mecánicamente y mucho menos pretender explicar la novela como una autobiografía. Lo que nos decidió a hacer el documental fue la novela. El impacto que nos produjo es específico. Aclarando esa cuestión, por supuesto que nos resultó interesante conocer la historia de Salvador, de su generación, de una vanguardia intelectual y política que buscaba cambiarlo todo y en algunos casos como Salvador tratar de entenderlo todo. Porque esa investigación también nos permite distinguir un poco cuánto había de toda esa movida en él y cuánto de específico de su historia. Y, a la vez, cuánto de su praxis por cambiar las cosas, al mismo tiempo lo fueron cambiando a él.

 

E.C.M

En relación con lo anterior, está el riesgo de simplificaciones abusivas: reducir la novela El Traductor a un simple reflejo de un individuo desequilibrado mentalmente, ¿ves que a partir de la película algunos espectadores puedan caer en ese malentendido?

A.B

Creo que no, porque aunque haya sufrido varios brotes en su vida, al mismo tiempo se recibió de psicólogo, trabajó casi 15 años a diario en redacciones, proyectó y escribió El Traductor, tuvo relaciones de pareja estables durante algunos años. En el documental mostramos que lejos de ser una novela escrita a un ritmo desenfrenado del desequilibrio, armó toda una estructura de trabajo, que revisaba una y otra vez.

E.C.M

– Elvio Gandolfo y varios críticos atentos a la literatura argentina han tratado de calibrar la importancia de El traductor en relación con otros libros y autores. Por un lado, autores de un solo libro demoledor (caso Barón Biza, también suicida como S.B); por otro, autores que saben que para quedar en la historia literaria un camino posible es escribir una novela extensa (desde Marechal hasta Alan Pauls pasando obviamente por la monumental novela de Laiseca). En relación con lo desmesurado del libro, en tu película Nora Avaro usa la idea de la “ambición”, Benesdra como poseedor de una ambición artística específica que es la del artista realista, el que quiere captar la verdad de una época, de una sociedad, de un corte histórico como es el fin de los socialismos a nivela local y global. ¿Te aportan estas miradas de los críticos a tu visión sobre la obra de S.B? ¿Acordás con ellos? ¿Te parece que todavía no se calibró correctamente el lugar de su obra en la literatura argentina?

A.B

Categóricamente sí nos enriqueció mucho lo que nos contaron los entrevistados. Nos resultó muy rico el rescate del realismo dialéctico de Nora en la literatura contra la simplificación posmoderna que toma al realismo en su versión vulgar, estalinista. Como buscando a un rival sencillo de despachar. Y también el rescate de la ambición en el sentido de verdad, que es histórica, que está en movimiento, pero que existe, que es parte de una lucha. Que la novela, siendo una novela, sin perder su especificidad, dispare todos estos debates, nos hizo embarcarnos en la película. Ahora, al no ser experto en literatura no me animo a decir cuál es el lugar que tiene que tener El Traductor.

E.C.M

-Uno de los momentos más impresionantes de El traductor es aquel en el que Zevi empieza a perder contacto con la realidad hasta que el mundo se vuelve una simple proyección de su delirio, ahí el lector percibe la locura desde dentro y casi se convence de que lo que ve el personaje es real. En tu película le das importancia al tema de la salud mental de Salvador. Pienso no solo en los testimonios de allegados sino también en los momentos en los que incluís las propias declaraciones de Salvador al respecto, lo que él sabe de sus propios desequilibrios. ¿Cómo fueron las decisiones en torno a este tema a la hora de filmar? En ese sentido, ¿te aportó algo el interés de Salvador por la autoyuda que derivó en el libro póstumo El camino total?

A.B:

En todo momento quisimos hacer una película “realista” en el sentido que lo expresé antes. No un homenaje justificatorio ni una versión caricaturesca irrespetuosa. Si antes aclaré que no somos expertos en literatura mucho menos lo somos en psicología. Pero era insoslayable abordar el tema de la locura. La carta que le escribe a una amiga en la que describe sus brotes es conmocionante, lo hace con la frialdad de quien está analizando algo externo, con toques de humor, de ternura y al mismo tiempo con la honestidad de dejar en claro que es él quien no puede impedirlo.

El libro de autoayuda va en la misma sintonía. Su ambición de tratar de entender todo y cambiarlo, y a él mismo en ese proceso, lo lleva a una reflexión orgánica, de una ambición desmedida, razonada y científica se podría decir, pero que al mismo tiempo conlleva la idea de un grado de desmesura. Si releo la respuesta, la borro, porque son temas muy delicados. Pero nos metimos a hacer la película y alguna opinión nos formamos. En un punto creo que la tensión más grande es que él y su inteligencia quisieron resolver todo en todos los planos. Una tarea más propia de un partido en el sentido histórico, de un grupo. Siento que en última instancia, como muchos compañeros de su generación, se la jugó. En su caso, las derrotas generales y personales, las pagó en determinados momentos con su salud mental.

 

 

 

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