Conclusión

Para averiguar cual es “el perfil del consumidor de piratería audiovisual, en la ciudad de Río Cuarto, y su relación con la cultura”
fue necesario encontrar, con anterioridad, la respuesta a los objetivos
específicos de esta investigación, y a través de ellos acercarnos a ese
consumidor de productos no legales.

Las personas son cada vez más consumidores de cultura y viven muy
influenciadas por el audiovisual y no así por otro sector de la
industria. Se entiende entonces que ese consumidor pretenda y demande
más beneficios, sin importarle el factor de la piratería y más si se
basa en la inmediatez y facilidad que ofrecen las nuevas tecnologías,
en especial Internet y la aparición del formato optico como el DVD y el
CD.
Al comenzar el trabajo se planteó que no es lo mismo el perfil de quien
accede a estos productos ilícitos a través de la venta ambulante, del
que compra los DVD por medio de Internet o del que los baja de las
redes digitales.

La persona que compra películas en los puestos ambulantes lo hace por
impulso (por los actores, por la publicidad, entre otros factores que
intervienen) No planifica la compra y difícilmente busque calidad en su
consumo. La urgencia es poder mirar la película antes de su estreno.
Por lo general, son consumidores que no tienen acceso a las TICs.
En cambio, es diferente el consumidor que accede a través de Internet.
Su compra es reflexionada y espera una buena calidad de imagen y
sonido.
Distinto la persona que baja películas desde la red. Su interés, además
de acceder a los títulos antes de su estreno, es poder participar de
las comunidades o acceder a materiales alternativos que escasean en los
cines y videoclubes de Río Cuarto.
Se puede observar que para los distintos perfiles de consumidores es
muy importante el factor económico, en especial para el que accede a
los puestos ambulantes y el que lo hace a través de Internet. Existe,
además, otro punto en común que se relaciona, como ya se mencionó, con
la ansiedad de consumir las películas antes de que estén en el circuito
comercial, ante la noticia de que la película existe. Esto es lo más
llamativo a escala masiva y es también el cambio más importante
producido durante estos últimos tres años en Río Cuarto: la necesidad
de los consumidores de ver las películas de cualquier manera, sin
importarles la calidad de imagen y sonido, pero antes, siempre antes.
Esta urgencia responde a diferentes factores que fueron desarrollados a
lo largo del trabajo: como por ejemplo, la demora y ausencia de
estrenos en salas, la escasa oferta de películas alternativas en
videoclubes y el costo de los alquileres y las entradas al cine, entre
otras cuestiones que favorecen a la práctica del consumo ilegal.
Las TICs favorecieron con este tipo de prácticas. La irrupción de
Internet, el desplazamiento del VHS por el formato DVD y la crisis
económica, social y cultural que sufrió el país a fines de 2001 son
elementos que modificaron los hábitos de consumo de las personas y su
relación con los productos audiovisuales.
El consumidor de películas piratas en Río Cuarto disfruta de tener el
audiovisual en su casa, de la disponibilidad de horarios y de
propuestas. Se distancia de los entornos tradicionales, ya no hay
interés por demandar películas a los videoclubes ni a los encargados de
los cines. El consumo se vuelve más individual y fragmentado, la idea
es disponer de varias películas en el hogar y elegir cual mirar. Esto
lleva al consumidor a desintegrar la manera de ver cine, se comienza a
experimentar otro tipo de consumo (se mira una película, se corta, se
empieza con otra y de esta forma se consume…)

El sujeto que baja películas por Internet, además de realizar
intercambios culturales con otros usuarios, hace las veces de lo que se
conoce como líderes de opinión. Individuos que a través de sus consumos
diarios influyen sobre otros en lo que se refiere a la formación de
opiniones y adopción de decisiones. No necesariamente estas personas
son dirigentes “formales” de la sociedad. Los internautas están
especialmente alertas, interesados en novedades, géneros, filmografías,
etc., y participan activamente de la comunidad en Internet. Son los
encargados de difundir películas que no tienen publicidad en los medios
de comunicación tradicionales (radio, gráficos, televisión) Según
palabras de uno de los entrevistados “cuando algo nos gusta la
empezamos a recomendar a mansalva, a todos nos pasa los que bajamos
películas. Indefectiblemente hacemos el trabajo que antes hacían los
difusores en la radio o en la TV”.
El consumo ilegal de películas se ha establecido como un hábito
cultural en la ciudad, se puede acceder a estrenos en DVD en kioscos,
en la calle, en tiendas de cualquier rubro o simplemente a través de
envíos a domicilio. Mientras que estos consumidores creen acceder a
productos que no se encuentran en el circuito comercial, creen tener
acceso a más diversidad; en los cines y videoclubes de Río Cuarto
disminuyen las propuestas alternativas, ya que los exhibidores y
videoclubistas de la ciudad sólo pueden mantener sus negocios con
blockbuster. No sólo se puede afectar, como estos usuarios aseguran, a
la producción, a distribuidoras y editoras internacionales. Ese pequeño
público que antes se acercaba a disfrutar de productos por fuera de lo
comercial, ahora, en considerables casos, consume en su casa. Este
alejamiento de los entornos tradicionales sirve como excusa para que,
en la ciudad, el comerciante del audiovisual sólo ofrezca una única y
rentable oferta cultural: Hollywood.
Es cierto, el consumidor riocuartense de películas ilegales, ve más
películas que antes, pero a diferencia de lo que manifiestan, en sus
entrevistas, estos productos alternativos se consiguen en determinados
comercios de la ciudad, a través de productoras y distribuidoras como
791 cine, BSP, Primer Plano Film Group SA, entre otras.
Hoy el consumidor tiene la posibilidad de acceder a muchos materiales,
en relación con años anteriores, pero siempre dentro de lo que impone
el mercado, el cine mainstream. Es muy fácil conseguir películas de
manera ilegal, pero son muy pocos los casos de consumidores que acceden
a otro tipo de cine.
Por otra parte, se cuestiona la voluntad del comerciante audiovisual de
Río Cuarto; un agente que no invierte en otra oferta cultural que no
sea la de la industria Norteamericana.
A partir de lo expuesto, se recupera la idea de club cultural con la
que se asociaba al videoclub, en la ciudad, en los años 80. El
intercambio de películas, de bienes culturales, a las cuales se accede
por una vía no legal se expande entre los usuarios de manera natural,
como un hecho cultural aceptado por la sociedad, y se constituye como
uno de los principales sectores de la economía cultural.
Este intercambio cultural que sirve para pensar, para reflexionar y
apelar a ver la complejidad de la realidad alteró las prácticas de
consumo en la ciudad, existe un desafío y radica en lograr que los
consumidores participen exigiendo sus derechos culturales. De esta
manera se podría minimizar esta problemática social, económica y
cultural de la piratería. Pero esto sólo sería el punto de partida para
una investigación futura que reflexione sobre la creación y
fortalecimiento de nuevas políticas culturales que permitan a los
consumidores el acceso a una cultura más diversa.

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