Antes de la medianoche

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Quizás, quizás, quizás

Antes de la medianoche (Before Midnight, Estados Unidos/2013). Dirección: Richard Linklater. Con Ethan Hawke, Julie Delpy, Seamus Davey-Fitzpatrick, Jennifer Prior, Charlotte Prior, Xenia Kalogeropoulou, Walter Lassally y Ariane Labed. Guión: Richard Linklater, Julie Delpy y Ethan Hawke. Duración: 109 minutos.

 

Por Gastón Molayoli

Es inevitable pensar que la dupla que conforman Antes del amanecer y Antes del atardecer pertenece al terreno de la fantasía. El hecho de que cada uno de los momentos de la historia esté encerrado dentro de un límite temporal, como en un cuento de hadas, pone en primer plano el carácter fugaz de las cosas, materia prima del amor romántico.

En el inicio de Antes del atardecer, Jesse confesaba que escribió una novela sobre la noche vivida nueve años antes porque sentía la obligación de resistirse a esa fugacidad. Por razones que él mismo explicaba luego, el libro funcionaba como anclaje de la memoria pero también como un recurso poético para encontrar a Céline. Si acordamos en que el alimento del amor romántico es la fantasía, estamos obligados a comprender que ese encuentro debía existir, que los personajes debían tener una segunda oportunidad.

Antes del amanecer se despedía con signos de interrogación, potenciados por una cámara que recorría cada uno de los espacios en donde estuvieron los amantes. En cambio, Antes del atardecer terminaba con puntos suspensivos, reafirmados por un fundido a negro mientras de fondo sonaba Nina Simone. Podríamos decir que esta tercera parte se acerca a una concepción del amor un poco más real -sea lo que sea que signifique esa palabra- pero prefiero que Stanley Cavell nos convenza de lo contrario. En el ensayo ¿Qué sucede con las cosas en la pantalla?, el crítico norteamericano dice: “muy pobre idea de la fantasía tendremos si nos figuramos que constituye un mundo apartado de la realidad, un mundo que exhibe claramente su irrealidad. La fantasía es, precisamente, aquello con lo cual la realidad puede confundirse”.

Releo la cita y confirmo que Cavell tiene razón. A pesar de que Antes de la medianoche no está encerrada en una cápsula de tiempo, de que el fragmento que nos cuenta puede pertenecer a cualquier día en la vida de una pareja que lleva nueve años de convivencia, que tiene dos hijas mellizas y que vive en París, la fantasía sigue estando presente. La fantasía como arma para luchar contra el paso (y el peso) del tiempo y contra el cinismo que reduce cualquier relación a una simple cuestión utilitaria.

El problema -lógico en todo vínculo de pareja- es que con los años se fue acumulando cierto desgaste, relacionado con deseos individuales e insatisfacciones. Pero Linklater tiene la inteligencia de no subrayar las discordancias sino a partir de algunos silencios, de algunas conversaciones cargadas de tensión y de la marcada utilización del plano-contraplano. Esto último es fundamental para una saga que siempre mostró en una misma imagen a los personajes, como si formaran parte de una comunión que no podía exceder los límites del encuadre. Fue tan rigurosa esa manera de filmar que, salvo algunos momentos puntuales de Antes del amanecer, jamás se mostraban, por ejemplo, imágenes generales y meramente descriptivas de ningún lugar. Ahora, en Grecia, la cosa no es distinta. En un momento, Jesse y Celine recorren un trayecto que va desde la casa donde se hospedan hasta un hotel, y casi lo único que vemos es el lento caminar de ambos. El espacio funciona como un personaje más pero permanece casi oculto, alejado de las postales turísticas.

Pero vuelvo sobre eso de “paso del tiempo”. Sabemos que mientras la fantasía es la materia prima del amor romántico, el tiempo lo es del cine. Linklater no sólo lo sabe sino que lo incorporó de tal manera que no necesita estar declamándolo a cada momento. Estas tres películas, que tranquilamente se pueden pensar como el inicio de una obra inacabable, no representan el paso del tiempo sino que lo registran. Ethan Hawke y Julie Delpy no “interpretaron” a personas de veintitrés, de treinta y dos o de cuarenta y un años; fueron actores-personajes que tuvieron esas edades cuando filmaron cada una de estas películas. Pueden parecer datos anecdóticos, como esos que obsesionan a quienes aman las historias basadas en casos reales, pero lo cierto es que se nota. Las arrugas, el modo de caminar y el modo de hablar no se actúan; están impregnados en cada imagen, son reflejo de ese transcurrir que nos permite -y nos permitió- convivir con los personajes. Por eso sentimos que el tiempo no pasó sino que se impuso como un largo instante. Quizás por eso pensamos que siempre deberían estar juntos, dentro de nueve, dieciocho o veintisiete años y que esa disposición al reencuentro, como también diría Cavell, es una manera de renovar ese momento inicial que los mantiene caminando.

 

 

 

 

1 COMENTARIO

  1. Quizás, al pedo, esperaba algo diferente. Creo que la coherencia narrativa se ve en el caos y la tercer parte es extremadamente ordenada. La fantasía/realidad es anárquica, enquilombada y, sobretodo, contingente.

    La linealidad temporal, el buen uso de los silencios (como bien decís), la utilización de la luz y la necesidad de sobrexponer el paso del tiempo de los protagonistas en los diálogos y gestos funcionaron a la perfección, pero demasiados predecibles. Es una película redondita en si misma y en relación a las dos anteriores.

    No me decepcione, pero vi la película que preveía. Creo que no ver las anteriores le haría bien a nuestra fantasía/realidad. Me fui del cine con la sensación de que la escena en el hotel fue lo mejor de “Antes de la medianoche” (la asociación con “Blue Valentine” es tan merecida como odiosa).

    Seguimos con un vino.

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