EL NIDO VACÍO

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Burman logra su película más acabada, por lo preciso de su guión, por
el trabajo de sus actores, por la diversidad del discurso
cinematográfico… ver más

Al final de “El Nido Vacío”,
mientras se suceden los créditos de la película al son de una canción
de Jorge Drexler, nos invade la sensación de que la sombra de Francois
Truffaut sobrevuela la sala, y con el lo mejor de toda la tradición de
la Nouvelle Vague. Es que la obra de Burman nos remite a legítimos
paralelismos con la de Truffaut. Ambos han elegido seguir a sus
personajes a lo largo del tiempo, en su crecimiento y vicisitudes,
anhelos y decepciones. Ambos saben recorrer lo cotidiano y lo reflexivo
con igual facilidad y soltura. Y los dos poseen la capacidad para que
-cómo en la vida misma-, las situaciones dramáticas no dejen nunca de
solaparse con el humor, lo absurdo y hasta lo ridículo. Pero siempre
con una compasiva mirada desde lo humano que permite reconocernos en
sus personajes.
Así como Trufaut nos invito a seguir la vida de Antoine Doinel en el
rostro de su actor fetiche Jean Pierre Léaud, así también Burman, desde
“Esperando al Mesías” hasta “El Nido Vacío” la recorre casi de igual
manera. Si bien en esta ocasión recurre a Oscar Martínez, en lugar de
su propio fetiche Daniel Hendler, no ausente del todo ya que ha
colaborado con Burman en el guión. Incluso se permite algunas
reminiscencias surrealistas al estilo de “Un Crisantemo Estalla en
Cinco Esquinas”, que lo acercan al ultimo Renais tanto de “Conozco la
Canción” como de “Corazones”. Así también el relato contenido dentro de
otro, en la mente de un escritor en crisis, lo pone en cercanía de
“Providence” de Resnais. Cuanto hay de realidad y ficción, de lo
imaginado y construido, por este hombre que entrecruza edades mientras
comienza su nueva novela.
Oscar Martínez, en un trabajo sobresasaliente, encarna una mirada de la
vida desde la cincuentena. Los personajes se entrecruzan, reales o
imaginarios, particularmente el presunto neurólogo que lo acompaña en
cada dilema, van construyendo un entramado dentro de un relato que se
auto referencia a si mismo. Juego de espejos o cajas chinas, los temas
de la crisis de creatividad, el paso de los años, la familia, los
hijos, el pasado y el futuro, quizás muy bien resumidos al final de la
película en el refrán nabateo que el neurólogo le relata a Leonardo
(Martínez) definen buena parte de un guión muy bien elaborado,
complejo, que invita al espectador a acompañar la construcción del
relato cinematográfico; pero jamás inescrutable.
Cada vez que le preguntan a Leonardo si su obra contiene recortes
autobiográficos, éste responde contundentemente por la negativa, al
tiempo que vemos que resulta todo lo contrario. Quizás lo mismo deba
preguntarsele a Burman, como le hacían a Truffaut sobre Doinel, quien
respondía : “Los films y la literatura son más suaves que la vida”.

Burman logra su película más acabada, por lo preciso de su guión, por
el trabajo de sus actores, por la diversidad del discurso
cinematográfico, porque es capaz de mirar la vida desde la ficción y la
ficción desde la vida.

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