Cine por la Diversidad – segunda temporada de la colección 791 Cine

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791 Cine es un sello argentino dedicado a la producción y distribución de cine para América Latina. Después de siete años en funcionamiento, la distribuidora de cine independiente dejó de estrenar y editar películas. Desde cultura.arte.identidad. aprovechamos para recordar y recuperar algunas de sus películas que alcanzaron un impacto cultural y artístico significativo en el escenario cinéfilo, con propuestas de las más representativas de la vanguardia de cine de autor.

Todos los miércoles, a las 21hs, en el Centro Cultural Leonardo Favio (Bs As 55) Organiza: cultura.arte.identidad. Secretaría de Extensión y Desarrollo de la UNRC. Entrada Libre y Gratuita.

Miércoles 05/06 – 21 hs: Lo que sé de Lola, Javier Rebollo (España/2006), 112 min.

Miércoles 12/06 – 21 hs: Nadie sabe, de Hirokazu Koreeda (Japón/2004), 141 min.

Miércoles 19/06 – 21 hs: Noi, el albino, Dagur Kári (Islandia/2003), 95 min.

Miércoles 26/06 – 21 hs: Reyes y reina, de Arnaud Desplechin (Francia/2004), 150 min.

Lo que sé de Lola, Javier Rebollo (España/2006), 112 min.

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Javier Rebollo dirige su primer largometraje después de una brillante carrera como cortometrajista. Es una historia de amor imposible en la que nunca se dice te quiero, y en la que los amantes no se encuentran nunca. Un hombre solitario persigue durante años a una mujer que nunca sabe de su existencia.

“Esta película no se inscribe en ningún género o tradición”, dice Rebollo, “aunque existe una filiación con una manera de hacer cine, la de los viejos cineastas que creían más en la realidad que en la imagen, más en la contemplación que en la precipitación, más en el misterio que encierran las formas que en la explicación de cierto cine contemporáneo”.

“Lo que sé de Lola quiere ser una película sobre la mirada y el deseo. Normalmente el tiempo exacto de la mirada es algo que dicta la sociedad, pero esta película habla de alguien que es peligroso para la sociedad porque (como decía Barthes de los personajes de Antonioni) mira más de la cuenta, y, al mirar más tiempo del permitido, desequilibra el orden establecido. Y es, sobre todo, una película sobre el deseo, un intento de representarlo por medios cinematográficos, y la mejor manera de representar el deseo en cine consiste precisamente en negar al espectador la imagen que continuamente se esta evocando (Lola Dueñas). Por eso, mejor que Lo que sé de Lola , la película podría titularse ¿Dónde está Lola?”.

Nadie sabe, de Hirokazu Koreeda (Japón/2004), 141 min.

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El director Hirokazu Kore-eda cuenta la historia de una mujer que tiene cuatro hijos de padres diferentes, sin escolarizar con quienes se va alojando en distintos edificios. Un día decide irse de viaje y le pide al mayor de ellos que cuide de sus hermanitos. Cada cierto tiempo les enviará algo de dinero y los visitará hasta que finalmente no sabrán nada más de ella. Los cuatro, solos, tendrán que arreglárselas para sobrevivir en su mini mundo con códigos propios y en el cual construirán sus propias reglas.

Una película que profundiza sobre la niñez, la pérdida de la inocencia en la alienación de una sociedad indiferente. Para estos
niños el mundo exterior, fuera de las paredes del pequeño departamento, se presenta frágil, hostil, desesperanzador. Muchos elementos a lo largo del relato refuerzan esa idea de soledad, de desamparo, de deterioro…

Un drama demoledor que demuestra, una vez más, la calidad fílmica y versatilidad temática del cine asiático, en este caso el cine japonés, y que lo ubica entre las cinematografías más creativas y sensibles de estos últimos tiempos.

Fuente: www.metropoliscine.com.ar

Noi, el albino, Dagur Kári (Islandia/2003), 95 min.

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Seguramente el frío, la nieve, el aislamiento, la sensación de estar en el fin del mundo no permiten otra forma genérica que no sea la comedia nihilista, la comedia desesperada, la comedia calamitosa e incluso fúnebre. De cualquiera de estas maneras podría definirse la película islandesa Noi, el albino, opera prima de Dagur Kári. Bajo cualquier definición terminará resultando tan divertida como desolada, tan graciosa como desesperanzada, tan ocurrente como terminal. Con una fuerte influencia del cine del vecino Aki Kaurismaki, pero estableciendo lazos con ese género lleno de muchachos hastiados que es el cine slacker (desde Slacker, de Richard Linklater, hasta 25 watts, pasando por Clerks y Rapado)

Noi, el albino le aporta a ese género de películas una desesperación muy nórdica. Desesperación tan seca como en las películas de Kaurismaki y tan extrema como ese párrafo de Kierkegaard que lee el dueño de la librería, videoclub y tienda del pueblo. Según el filósofo danés, no existe en el mundo nadie que no deba arrepentirse de estar vivo. “Kierkegaard quiere decir cementerio”, dice el viejo y sucio librero (que lleva una remera en la que se lee New York, fuck you) y tira el libro a la basura. “¿Por qué lo tira? Regálemelo”, pide Noi. “No regalo libros”, contesta el otro, antes de amenazar con que no le vaya a tocar un pelo a la hija. Haciendo rozar a la película el cuento de hadas, la hija se llama Iris, es realmente linda, cayó en el pueblo como de la nada y trabaja en el 24 horas de la estación de servicio.

Fuente: fragmento de Horacio Bernades

Reyes y reina, de Arnaud Desplechin (Francia/2004), 150 min.

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Reyes y reina narra las historias paralelas de una ex pareja: Nora, con un hijo de su primer matrimonio y a punto de unirse a un hombre por tercera vez, descubre que su padre sufre un cáncer terminal y le quedan pocos días de vida. Ismaël, violinista fracasado y segunda pareja de Nora, se ve obligado a internarse en un hospital psiquiátrico por pedido de terceros cuya identidad no le ha sido revelada, mientras atraviesa una crisis económica cuyas ramificaciones emocionales aún desconocemos. Del cruce de ambas historias se nutre el relato. La de Nora (Emmanuelle Devos) vira cada vez más hacia el melodrama, mientras que la de Ismaël (Mathieu Amalric) permanecerá mucho más cerca de la comedia. El talento del director Arnaud Desplechin consiste en desarrollar ambos géneros en contrapunto, provisto de un montaje vertiginoso que corta filosamente, impidiéndole al espectador adoptar las convenciones de uno o de otro.

A su vez, el desarrollo de ambas co-tramas se complejiza más y más a medida que avanzan los minutos, atravesando límites insospechados, tanto en la psicología de los personajes y en las acciones y situaciones que movilizan la trama, como en su dimensión espacio-temporal. Desplechin incorpora recuerdos, sueños y secretos en el montaje interno del plano, juega con la apariencia física de los personajes, el tamaño de los objetos y los formatos de expresión artística –un libro autobiográfico, un video– para evitar que los saltos temporales disuelvan la cercanía emocional del espectador respecto de los personajes y la situación presente. En medio de semejante híbrido sobrevuelan diversas referencias genéricas y culturales.

Fuente: www.cineismo.com

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