FAM 2014, UN ARMA CARGADA DE FUTURO.

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Por Amílcar Nochetti. Crítico de cine, miembro de la Asociación de Críticos de Cine del Uruguay.                

     Florianópolis, capital del estado de Santa Catarina, está ubicada en una isla de 433.000 km2, con una población de más de un millón de habitantes, si se cuenta el área metropolitana. Es la capital estatal con mejor índice de desarrollo humano según la ONU, y es la cuarta ciudad del país en calidad de vida. ¿Quién no conoce alguna de sus cien playas, en especial las bellas y salvajes del sur de la isla, máximo atractivo turístico de un lugar paradisíaco? Pero allí hay algo más que balnearios mediáticos. Desde 1997 existe el Florianópolis Audiovisual Mercosul, comúnmente llamado FAM, idea loca (por lo tanto, iluminada) de Celso Dos Santos, que desde el inicio quiso llevar adelante un festival donde el cine fuera protagonista del evento, pero no su cometido principal.

 

FAM. La audaz concepción de Celso fue concebir la proyección de films no como un fin en sí mismo, sino como instrumento de implementación de una verdadera política audiovisual en el Mercosur. Por eso los foros que se propician reúnen a los principales gestores culturales del área, que intentan convertir al cine en un arma cargada de futuro. Nadie mejor que Celso Dos Santos para explicar los orígenes del evento: “El FAM nace como un seminario de cine y TV del Mercosur. En 1997 notamos la enorme necesidad de integración audiovisual entre nuestros pueblos. Eso coincidía con una política brasileña que empezaba a fomentar un mejor relacionamiento con los pueblos de habla hispana. El FAM nace exactamente en esa clave: favorecer la integración audiovisual como un todo y discutir la relación de la TV en ese contexto. Se necesita la pantalla grande, pero también la telinha, fundamental para la vinculación y la propagación regional de nuestros cines”. La idea germinó porque, como recuerda Celso, “en 1997 tuvimos un público muy escaso, todo esto era una novedad y entonces no se pasó de 600 personas. Pero al año siguiente se amplió el foro de debates con personalidades de los otros países del Mercosur, de España y Portugal, y para sorpresa de todos, la asistencia fue estruendosa: pasamos de 600 personas a más de 4.000 ya en ese segundo año. Y de esa forma fuimos aumentando edición a edición, siempre fieles a la consigna de dar lugar preferencial a los mayores voceros del proceso integracional”.

     En el FAM 2014 tuvo lugar un seminario sobre la historia y el rol de las cinematecas latinoamericanas, con la participación de representantes de Cinemateca Uruguaya y varias entidades equivalentes de diversas zonas de Brasil. Otro foro, con representantes de la crítica internacional (Argentina, Chile, Brasil, Uruguay), debatió sobre las nuevas formas del lenguaje audiovisual y la influencia (perniciosa o beneficiosa, hay para todos los gustos) de Internet en el desarrollo de la crítica de cine de cara al espectador. Otros espacios de discusión se dedicaron a estudiar la creciente importancia de las series de TV y las Web Series, mientras que la guinda de la torta resultó ser el Proyecto Santa Cruz 100 x 100, que de ahora en más establece una asociación cultural entre el FAM floripense y el Festival de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia).

     Está claro que el cine no es sólo un film proyectado en una pantalla, y el FAM es prueba de ello. Porque sus foros permiten abrir un abanico temático vasto hacia diversas áreas colindantes con la mera exhibición: los aspectos económicos y jurídicos, la internacionalización de los mercados, la falta de concientización de las aduanas (que siguen sin entender que un film que llega a un festival no es un producto de importación suntuaria, sino una necesidad pedagógica), la lucha por la preservación de la imagen fílmica como patrimonio cultural de una nación, y el candente asunto de los derechos de exhibición, maldito karma de quienes programamos y organizamos festivales de cine.

     La gran pregunta de Celso Dos Santos es la misma que nos hacemos todos: ¿por qué, si nos vanagloriamos de tener un Mercosur, debemos luchar contra la frialdad empresarial de poderosos distribuidores europeos que compran los derechos de exhibición de nuestros films y después se muestran insensibles ante la natural demanda de nuestro producto cultural, que debería ser exhibido sin traba alguna en los diversos festivales no comerciales de la región? “Para todo esto sirve el FAM”, prosigue Celso, “para concientizar a las partes que la integración es primordial para nosotros como pueblo, para hacer que miles de niños de las escuelas puedan asistir con asombro (por primera vez en sus vidas) a la exhibición de films en pantalla grande, y también para que los 25.000 adultos que nos visitan durante estos ocho días puedan ver lo más significativo del actual cine de la región. Y todo es más fácil gracias al apoyo de la Universidad Federal de Santa Catarina, que cede sus instalaciones, su equipamiento técnico de novísima generación, su Centro de Cultura y Eventos con capacidad para 1.200 personas, y el Auditorio de la Rectoría, con 120 butacas”.

     Sin embargo, este año no todo fueron rosas al respecto, porque el Estado retiró al FAM el 55% de su apoyo habitual por razones presupuestarias, según ellos, aunque no debería pasar desapercibido que Brasil está (oh casualidad) en año electoral y futbolero. Pero lo peor fue que esa decisión lamentable fue comunicada de manera irresponsable, carente de ética e irrespetuosa, a apenas siete días del inicio del evento. Es comprensible entonces la ira de Celso Dos Santos, expresada públicamente en un discurso de apertura de tono casi incendiario, el cual seguramente tendrá repercusiones de cara al próximo FAM 2015.

FILMS. Y además de foros y discusiones hubo cine, claro. Se dieron cita nueve cortos de una Muestra Catarinense habitualmente talentosa, pero que este año casi naufragó entre la abulia generalizada y algún caso puntual de increíble inoperancia. En ese espacio resultó ganadora la ficción Noche clara de Felipe Vernizzi, aunque en opinión de este crítico hubo dos documentales que tenían mayores méritos para ese premio: La cometa y el pez de Kátia Klock e Iván de Sá, y Soy de allá de Sansara Buriti. Quienes la vieron, aseguran que la Muestra Infanto-Juvenil fue muy superior a la Catarinense, con una docena de cortos dedicados al público infantil. Tampoco defraudó la Muestra de Cortos Mercosur, con 17 títulos de interesante nivel, entre los que destacaron los dos títulos vencedores: Los hermanos Mai de Thais Fujinaga, con una historia mínima (dos niños bajo lluvia intentando llevar un regalo de cumpleaños a la abuela) cuya sencillez aparente oculta un sentido humanismo y un acabado técnico ejemplar; y Faroeste, un auténtico western de Wesley Rodrigues, una insólita y provocativa animación que se apoya en la violencia para edificar con ella una propuesta de alta creatividad y múltiples lecturas, repleta de citas cinéfilas que van desde el Gláuber Rocha de Antonio das Mortes al spaghetti-western y al Sam Peckinpah de La pandilla salvaje.  

     Muy buen nivel tuvo la Muestra de Documentales, donde triunfó la coproducción chileno-argentina El vals de los inútiles de Edison Cájas, acerca del movimiento estudiantil en el Chile actual y diversas represiones de una policía que sigue sin enterarse que los días de Pinochet forman parte del Parque Jurásico de nuestra historia. Pero hubo otros documentales igualmente valiosos: El silencio de las moscas de Eliezer Arias (Venezuela), sobre una ola de suicidios adolescentes en zonas rurales del país bolivariano; Otro sertáo de Adriana Jacobsen y Soraia Vilela (Brasil), acerca de la difícil gestión como cónsul del novelista Joao Guimaraes Rosa en la Alemania nazi, con profuso material documental de carácter inédito; y Revelando Sebastiáo Salgado de Betse De Paula (Brasil), que se sumerge en la vida y el universo creativo de un nombre imprescindible de la fotografía de nuestro tiempo.

     Entre los nueve largometrajes invitados hubo lugar para lo mejor que puede generar un festival: la polémica enriquecedora. Nadie va a discutir el general buen nivel de Al oeste del fin del mundo de Paulo Nascimento (Brasil/Argentina) o la ineficacia del film que abrió la muestra (Amor, plástico y ruido de Renata Pinheiro, Brasil), ni el valor testimonial de Ciudad de Dios 10 años después de Cavi Borges y Luciano Vidigal (Brasil), la fracasada ambición de El manto de hiel de Gustavo Corrado (Argentina) o los amables toques de comedia de la intrascendente Rincón de Darwin de Diego Fernández Pujol (Uruguay/Portugal). En cambio, otros cuatro títulos provocaron odios y amores que tuvieron enzarzados en discusiones a críticos y espectadores.

     En Matar a un hombre (Chile, Alejandro Fernández Almendras) un padre de familia común termina convertido en sufrido asesino de un vecino malviviente y acosador, como única respuesta posible a la absoluta inoperancia de la justicia de su país. La denuncia de un sistema que no funciona es valiente e indiscutible, pero lo que parece objetable del film del creador de Huacho es su falta de matices dramáticos, que termina esquematizando -por lo menos, a ojos no chilenos- una realidad que casi con seguridad tenga tonalidades más variadas que el blanco y negro conceptual que propone el film. En La paz (Argentina, Santiago Loza) la inoperante existencia del protagonista -que literalmente parece no hacer nada con su vida- y de quienes lo rodean, conducen a la obviedad no sólo conceptual sino estética del film, defendido o atacado por el espectador en tanto rechace o acepte la dimensión creativa que Loza propone. El film que cerró el FAM, Ríocorrente de Paulo Sacramento (Brasil), plantea un triángulo amoroso en San Pablo con el mismo ritmo vertiginoso que esa megalópolis ofrece al ciudadano, mientras la acción se desencadena y la película termina convertida en una talentosa propuesta experimental. Un tómelo o déjelo vanguardista, sorprendente como cierre de un evento de estas características.

     Por ser de mi país dejé para el final El lugar del hijo (Uruguay/Argentina, Manuel Nieto), defendida a ultranza por el sector joven de la crítica y rechazada ferozmente por los más veteranos. Más allá de lo lograda o fallida que pueda parecer la forma del film (planos cortos y largos sin hilos aparentes que formen un todo, súbitos cambios de clima que desestabilizan el anecdotario), lo que parece rechazable de la película es su postura conceptual, que no es nihilista como dicen por ahí, sino reaccionaria y clasista: aquí los jóvenes son todos unos descerebrados (pero si son del interior son un poquito peores) en un universo donde nada parece valer la pena, ni las reivindicaciones sindicales, ni las consignas estudiantiles ni los políticos, esos indecentes. Como uruguayo que vivió la falta de libertad de una dictadura militar que nos dejó más grises de lo que ya éramos (eso que nos caracteriza a ojos de los demás), la propuesta de Nieto me parece lo peor que puede pasarle al cine de mi país. El cineasta debería repasar Whisky de Rebella y Stoll, La demora de Rodrigo Plá o los films argentinos Las acacias de Pablo Giorgelli y La reconstrucción de Juan Taratuto para saber que puede pintarse una realidad social y existencial amarga apelando a una profundización que duela pero a la vez enriquezca. Nieto en cambio elige un camino tan estéril como peligroso: el de establecer todo lo que le parece que funciona mal (a lo cual tiene derecho, claro) sin proponer ni siquiera una sola propuesta válida como salida al caos que registra. Su film propone aquello de “el último en irse que apague la luz”, y francamente no quiero eso para el cine de mi país.

     Discusiones aparte, fueron ocho días de cine valioso y de mucho trabajo, para que el crecimiento cultural del Mercosur sea un horizonte alcanzable. El FAM ya anunció su próxima edición, que irá entre el 12 y el 19 de junio de 2015. Habrá que apoyarlo y seguirlo de cerca.

1 COMENTARIO

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