Ingmar Bergman lo señaló más de una vez como su favorito entre los realizadores de la Nouvelle Vague…
Orson Welles aceptó un papel en su film “La década prodigiosa”.
Dijo Serge Daney que su film “Inspector Lavardin “da la impresión de que el universo chabroliano es revisitado por uno de los mil ojos malignos del doctor Mabuse, convertidos en rayo láser”.
Serge Toubiana –actual jefe de redacción de Cahiers du cinéma- afirma en el número especial que le dedicó la legendaria revista que “sus personajes constituyen sin ninguna duda el bestiario más rico y fascinante del cine francés contemporáneo”.
En 1997, Claude Chabrol alcanzó el medio centenar de películas con “No va más”. En ese año, la obra del realizador fue objeto de numerosos homenajes y retrospectivas en prácticamente todo el mundo, dando nueva luz a una de las más fascinantes, originales y prolíficas filmografías que haya dado el cine francés. Tal reconocimiento, aunque justo y bienvenido, ha sido sin embargo tardío: ¿Por qué no ha recibido la obra de Claude Chabrol la atención que merece en su debido momento, es decir, desde 1958 hasta aquí? ¿Puede algún hereje afirmar sin culpa que sus películas no son tan atendibles como las de sus antiguos socios Truffaut, Rohmer, Godard e incluso Rivette?¿Será acaso porque se trata del más accesible de los cineastas franceses?
El despertar de la bestia
Nacido en París en 1930 (24 de junio), la pasión de Claude Chabrol por el cine nace y se encamina de manera idéntica a la de quienes serían sus compañeros de ruta en la Nouvelle Vague: tras haber estudiado para farmacéutico por algún tiempo (como su padre y abuelo), el hombre pasó sus obligadas temporadas de fatiga visual en la Cinemathéque de Henri Langlois, para luego ingresar junto a sus amigos del grupo en la entonces flamante Cahiers du Cinéma, donde firmó su primer artículo sobre el film Cantando bajo la lluvia (1953). Antes de llegar al primer largometraje, publicó el libro Hitchcock, escrito junto a Eric Rohmer en 1957. Un año más tarde, y gracias a la herencia que le dejó su primera esposa, funda la productora AJYM, a través de la cual materializa su primer film y además produce otros de Rivette, Rohmer, Phillipe de Broca, Jacques Doniol-Valcroze y de su montajista Jacques Gaillard (La ligne droite-1961).
Sorprendentemente, la primera película de Claude Chabrol (y de la Nouvelle Vague) es también la más atípica en su filmografía. El bello Sergio es el único de sus films que encuentra puntos de contacto con los fundamentos estéticos que signaron los primeros años del movimiento: utlización integral de decorados naturales, actores no profesionales, una intención por retratar la vida de los personajes con la mayor fidelidad posible (rasgos que componen la largamente discutida influencia del Neorrealismo en la Nouvelle Vague), una cámara siempre fiel al punto de vista de su protagonista y la materialización del guión en el mismo momento del rodaje. Después de hacer películas como Los primos, Las buenas mujeres o Landrú, el así llamado “entomólogo” del cine ingresaría en un período de su obra en el que empezó a enfrentarse con ciertas obsesiones que se convertirían en impronta de todo su cine posterior.
Sin aliento
Acercarse a la obra de Chabrol supone un enfrentamiento con la propia moral que impide mirar hacia otro lado. Entre 1967 y 1974, junto al productor André Genoves, Chabrol entrega una serie de películas formidables que constituyen su primera gran etapa (sólo comparable a la que comienza a mediados de los ’80 y se extiende hasta hoy). La mujer infiel, El carnicero, La ruptura, son sólo algunos de los títulos que conforman una seguidilla excepcional de la que pocos directores pueden vanagloriarse. Esta serie, en su conjunto, revela una conclusión que podría resumirse en que el hombre puede, de un momento a otro y ante una situación límite, convertirse en una bestia, pasar a ser un brutal asesino. De la noche a la mañana, por debilidad o por una maldad innata pero contenida, puede convertirse en el ser más roñoso, capaz de los actos más bajos.
Tal vez sea La mujer infiel la mejor película que haya realizado Chabrol hasta esa fecha, entendiéndolo como la primera construcción que retrata decididamente los dos tópicos centrales que venían apareciendo en embrión y que se profundizarían a lo largo de su obra: el desprecio por la “burguesía” como modo de vida y la certeza de que el hombre, ante una adversidad extrema que lo lleva a una total pérdida de su dignidad, puede dejar de lado su civilidad y comportarse como una bestia. Y siempre con un lugar para un humor fino e irónico que muchas veces roza el cinismo.
Stéphane Audran (primera actriz fetiche de Chabrol que más tarde sería reemplazada por Isabelle Huppert) y Michel Bouquet interpretan a un típico matrimonio burgués, sirviendo de maqueta para un Chabrol cuyo trabajo en esta etapa se asemeja al de un arquitecto. Al descubrir el marido la infidelidad de su esposa, entra en un estado psicótico que lo lleva a asesinar al amante. El final, en el que la complicidad entre marido y mujer deja el crimen impune (y que podría leerse como una metáfora de las clásicas tácticas burguesas para esconder sus actos más bajos), es sencillamente memorable y merece un lugar entre los mejores de la historia.
La mujer infiel encuentra una descripción de “la vida burguesa” que no oculta el desprecio que su director siente por ella: hipócritas, inescrupulosos y cómplices de una construcción ficticia sustentada en una aburrida vida familiar a todo confort, los burgueses de Chabrol son seres miserables de los que, afirmarán las películas siguientes, es necesario defenderse. No es casual que en casi todas sus películas los problemas tengan una resolución inexorablemente violenta. El siguiente hito de Chabrol es El carnicero, primera ocasión en que el realizador se preocupa por la compleja psicología de un personaje más que por su función y supervivencia en un ambiente determinado. Con estos dos antecedentes, todo estaba listo para lo que será una suerte de primer manifiesto chabroliano: La ruptura, acaso la más furiosa de sus películas. Desde aquí, este Chabrol, más irritado (y más malo) que nunca, describe los miserables y crueles artificios que idea el suegro para apropiarse de su nieto y dejar a su nuera en la peor situación posible. El burgués es visto aquí como hijo querido de Maquiavelo, subrayándose su inescrupulosa capacidad de hacer lo que sea por dinero, para obtener o mantener el poder o simplemente por el mero hecho de ganar la contienda (el empleado del ricachón llega a drogar y abusar de una pequeña para armar una treta en perjuicio de la Audran). El retrato parece focalizarse en la difícil supervivencia del “proletario” en el salvaje mundo “burgués”. Esto se repetirá en films posteriores como Un asunto de mujeres y, por supuesto, La ceremonia.
La siguiente etapa de la obra de Claude Chabrol (conformada por títulos como Les magiciens o Les liens du sang), la menos fructífera (con la notable excepción de Violette Noziere -1978), será omitida en esta nota para pasar a la que, creemos, representa lo mejor de su filmografía.
La consolidación de un estilo
“Alguna vez dije que alcanzaría mi verdadera dimensión a los sesenta años. Ahora tengo sesenta y siete, estoy un poco retrasado…”
La última etapa de su cine, desde Pollo al vinagre (1985) hasta la fecha señala la culminación de un camino casi siempre ascendente en la afirmación del auteur como un verdadero clásico contemporáneo. No es ninguna sorpresa que en No va más el hombre haya dejado fuera de un primer plano las obsesiones que habían marcado toda su obra anterior para hacer una película completamente inusual, tanto por su historia como por su tono. Sin embargo, la depuración narrativa de esta película no es otra cosa que una consecuencia del in crescendo al que hacíamos referencia más arriba.
Desde el díptico conformado por la citada Pollo… e Inspector Lavardin –ambas marcadas a fuego por el inolvidable personaje encarnado en Jean Poiret que titula a esta última-, el cine de Chabrol ha adquirido una precisión que no atenta contra su crudeza en la exposición de la más oscura naturaleza del hombre. Gradualmente, el furioso carnicero se ha convertido en el más eximio de los cirujanos. Francotirador certero, su blanco está más claro que nunca y debe ser atacado: en La ceremonia, por primera vez los “proletarios” dejan de padecer el mundo “burgués” para lanzarse decididamente hacia él. Si en películas como La ruptura toda la acción era en defensa propia, ahora ya no se necesita una excusa: el enemigo es bien conocido y debe ser aniquilado, aún cuando sus agresiones provengan de su natural forma de vida y no de una actitud deliberada.
Transparente y sereno, Chabrol alcanza aquí su mayor grado de sutileza y detallismo, pudiendo verse La ceremonia como una reformulación de todo su cine, como lo fuera El dinero para Bresson. Lo que no es en absoluto azaroso: la obra de Claude Chabrol se asemeja a un recorrido que, aún con sus varios altibajos, ha sido siempre progresivo y ha procurado reunir nuevos elementos y dar una nueva dimensión a los que ya se hacían presentes en sus películas. En esta etapa, resulta evidente que el hombre ha trabajado en todos los casos con un material que realmente le interesó (lo que ha sido determinante en toda su filmografía y donde debe buscarse la causa de sus fracasos estéticos en algunos films, especialmente los posteriores a la “etapa Genovés”). En La ceremonia, Chabrol encuentra los personajes más fascinantes con los que se haya cruzado y los acompaña con un tratamiento cinematográfico que se traduce en lo mejor que el hombre haya filmado alguna vez.
Un asunto de mujeres (1988) es quizás el más revolucionario de sus films. Acostumbrado a plantear sus inquietudes desde micromundos particulares (en general, sus películas transcurren en pequeños pueblos y en el seno de una familia o de una comunidad reducida: esto se da en El bello Sergio, El carnicero, Pollo…, El infierno, sólo por citar algunos ejemplos), esta vez Chabrol decide cuestionar directamente a las instituciones, tomando la historia de una mujer (Isabelle Huppert: la mejor actriz francesa de todos los tiempos en una de sus más memorables interpretaciones) que para subsistir necesita practicar abortos. Cuando el negocio empieza a prosperar, la señora le toma el gustito a esto de tener dinero hasta que es descubierta y ejecutada por la Justicia, que necesita un fallo ejemplificador para sostener “la moral” (que, claro está, es una moral burguesa). Pesimista como de costumbre, Chabrol parece sostener que, tal como están las cosas, un pobre siquiera puede considerar la posibilidad de salir de la más absoluta miseria sin ser castigado.
Después de Pasiones en Clichy 1990; adaptación de la novela de Henry Miller y Madame Bovary (1991; fiel transposición de la obra de Flaubert que es una de sus películas más convencionales), se produciría un nuevo hito en la filmografía del frenético entomólogo. Se trata de Betty, cinta que representa una nueva dimensión en ese otro Chabrol que se preocupa más por las complejas e irresueltas psicologías de ciertos personajes (como en El carnicero, Pasiones… y la posterior El infierno) que por sus clásicos desenlaces sangrientos.
El infierno (1994) fue el antecedente inmediato de La ceremonia. Esta vez, Chabrol se la agarra con los celos devenidos en paranoia, mediante un alterado François Cluzet que se vuelve loco cada vez que se imagina a su mujer Emmanuelle Béart revoleando la chancleta con algún vecino del pueblo. Chabrol acompaña su locura, haciéndonos llegar a una total desconfianza de las imágenes. Es tan lograda la construcción fílmica de los puntos de vista que llega un momento en el que verdaderamente no podemos saber qué es lo que en realidad está sucediendo.
Algunos interrogantes y una certeza ¿Por qué es importante, cuarenta años después de la Nouvelle Vague, la figura de Claude Chabrol?
Una primera respuesta podría señalar que se trata del más prolífico cineasta francés en actividad (52 películas en 42 años). También se lo podría considerar por ser, junto a Rohmer, el único bastión accesible que queda entre los más célebres del movimiento (muerto Truffaut y encerrado Godard en su inagotable círculo experimental).
Sin embargo, hay una cuestión esencial que no pocos astutos omiten al referirse a sus películas: saludable y vigente, la obra de Claude Chabrol es dueña de una singularidad que no encuentra comparación en la actualidad del cine. El estreno de La ceremonia trajo consigo una supuesta revalorización que en el mejor de los casos fue tardía: asumiendo que La ceremonia es en efecto una obra maestra y además el máximo punto en la obra de Chabrol, ¿constituye realmente una sorpresa? ¿No es acaso la culminación, la derivación natural de su cine? ¿No resulta evidente que es la más pesimista de sus películas, que ya eran muy pesimistas? ¿Qué son sus personajes sino una suerte de versión depurada de aquellos que retrató durante las cuatro décadas anteriores? ¿No obliga esta película a revisar una obra de absoluta vigencia? ¿No tiene Chabrol, a esta altura, la solvencia de un clásico?
Con un cine vivo que no se agota en sí mismo, queda claro que, mientras se mantiene joven a fuerza de filmar, mientras escarba e indaga, mientras no deja de sacar a la luz lo más oscuro, lo sórdido, lo cruel, lo desgarrador, a fuerza de ironía y con la más exquisita sutileza, Claude Chabrol sigue hundiendo su preciso bisturí con un pulso que nunca tiembla.
Claude Chabrol, cuarenta años después, sigue revolviendo en la basura.
Filmografía:
1958 EL BELLO SERGIO
1958 LOS PRIMOS
1959 UNA DOBLE VIDA
1960 LES BONNES FEMMES
1960 LES GODELUREAUX
1962 LANDRU
1962 LOEIL DU MALIN
1962 OFELIA
1964 EL TIGRE
1965 EL TIGRE SE PERFUMA CON DINAMITA
1965 MARIA CHANTAL CONTRA EL DR. KHA
1966 CHAMPAÑA PARA UN ASESINO
1966 LA LIGNE DE DEMARCATION
1967 LA RUTA DE CORINTO
1968 LA MUJER INFIEL
1968 LAS CIERVAS
1969 ACCIDENTE SIN HUELLA
1969 EL CARNICERO
1970 LA RUPTURA
1971 AL ANOCHECER
1971 LA DECADA PRODIGIOSA
1972 DOCTOR CASANOVA
1972 RELACIONES SANGRIENTAS
1973 NADA.
1974 INOCENTES CON MANOS SUCIAS
1974 UNA FIESTA DE PLACER
1975 LES MAGICIENS
1976 ALICIA O LA ULTIMA FUGA
1976 LOCURAS DE UN MATRIMONIO BURGUES
1977 LABERINTO MORTAL
1978 PROSTITUTA DE DIA SEÑORITA DE NOCHE
1980 EL CABALLO DEL ORGULLO
1982 LES FANTOMES DU CHAPELIER
1983 LA SANGRE DE LOS OTROS
1984 POLLO AL VINAGRE
1985 INSPECTOR LAVARDIN
1987 EL GRITO DE LA LECHUZA
1987 MASQUES
1988 UN ASUNTO DE MUJERES
1990 DIAS TRANQUILOS EN CLICHY
1990 DR.M 1991 MADAME BOVARY
1992 BETTY 1994 EL INFIERNO
1995 LA CEREMONIA
1997 NO VA MAS
1999 EN EL CORAZON DE LA MENTIRA
2001 GRACIAS POR EL CHOCOLATE
2003 LA FLEUR DU MAL
2004 LA DAMA DE HONOR